4.3.09

CONVICTO


Sumiso en las horas me secuestró la madrugada,
de éste junio frío que aun sangra en su placenta.
Me duele el hombre que habita en la consciencia,
me perturban las voces que desarma el pensamiento.
Una brisa de nevera amontona las hojas amarillas,
desmintiendo al otoño sus disfraces de invierno.
Me puebla la piel una huella tachada que aun es huella,
y una garra alisada me acaricia la fiebre desde el pecho.
Te miro detrás de las ventanas,
como una sombra que baila entre pantanos y macetas.
Suenan las campanas inaudibles de la luna en su desvelo,
tan si fueran los tambores de mi patria,
desmontados en el infortunio chantajista de su anhelo.
Te llamo desde el aire que me falta,
te nombre sin que escuches mi aflicción y mi lamento.
El vino se ha hecho escarcha en el vaso de la vida,
y espantan las centellas a mis ángeles sedientos.
Un zanja se abrió como una órbita siniestra,
una trinchera que me impide el paso hacia tus besos.
Cruzar como el sol por la colina,
atravesar como el cóndor la larga cordillera.
Agotado en los temblores que a mi cuerpo debilita,
convicto de tu imagen que me enjaula en el desierto.
Desmuero de la vida que jamás hemos tenido,
desvivo en la muerte que me late en tus ausencias.

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