13.5.09

VIA (3 y 4)



3
La danza está en los huesos.
Los agita como a árboles sin fruto.
Andenes, tumbos, años
sin vuelta, arenas, humo de las horas,
caricias, erosión y ley sudada.
La danza está en los huesos
blancos como el desierto o el insomnio,
esqueletos exhaustos, luz sin fe.
Las manos son gaviotas asustadas
y los pies le preguntan a la tierra
la música oxidada y obsesiva
de los que caen buscando su motivo.
La danza está en los huesos, desolada,
sin cuerpo en qué apoyarse, vuelo viudo
sobre el desierto que es tan sólo suelo.
Su densidad es alta y leonada,
onza que husmea el miedo,
asustado sudor de la gacela.
Aliento en fuga, don de arder bailando,
humo en busca del fuego, íntimo incendio,
la danza está en los huesos.
En su médula sabia crece y canta
la luz huérfana, azul, del horizonte.
4
Hay trenes que no acaban de llegar
y trenes como el tiempo
que nunca se detienen.
Hay trenes que son dudas
y trenes que no existen y tomamos.
Trenes entre paréntesis,
guardagujas en medio del desierto.
Hay trenes inventados por la espera
y trenes que atraviesan, vacíos y atrevidos,
los desiertos que somos, piel adentro.
Como ángeles enfermos
gimen su sed los huesos deseando
el agua mineral del horizonte.
Hay trenes blancos como el luto chino,
como el insomnio, música de huellas.
Esqueletos de tren, radiografías
de infancias felizmente fallecidas.
Hay trenes que chirrían en los huesos
y trenes transparentes que atraviesan
el cielo como el tiempo, como aves
que nunca anidan, nunca se detienen.

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