El prado, el paraíso, el sol poniente,
las llamas de la infancia en el centeno,
las formas que resuelven nuestros pasos
en torbellino de universo y sus detalles.
Todo es pasar despacio la espesura,
esquivar el barro y la maleza,
y esa lluvia de abril que nos abre los ojos,
de par en par memoria en su intemperie.
Para que nada estorbe la canción de la cima
vienen después pájaros de la tarde
con la luz ceñida en su sosiego,
viene impaciente la tierra
a rezar su silencio a nuestro lado.
Todo el tiempo del mundo
anuncia un interior
de náufrago que espera.
Hoy es tarde todavía
y no se ha roto el rumor que nos quedaba.
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